miércoles, 10 de septiembre de 2008

Una maleta cargada de experiencias

Una mezcla de nerviosismo, tristeza e ilusión flota en el aire. La cuenta atrás ha comenzado. En menos de 48 horas, Salama estará rumbo a su hogar y dejará un vacío en la casa y en la vida de Belén, Beni, Manuel y Yaiza. Con él se llevará una maleta cargada de regalos, comida, medicamentos, ropa, juguetes y, sobre todo, las experiencias que contará a su familia durante los largos días que les esperan resguardados del calor y la arena en su jaima de El Aaiún. Atrás quedará una familia que ya ha empezado a echarle de menos y comienza a pensar en su prometido regreso del próximo verano.

“A medida que se acerca el día, siento algo que no puedo describir. ¿Nervios, tristeza?”, reconoce Belén al otro lado del teléfono, con la voz quebrada por la emoción mientras piensa en la forma de encajar en la maleta de Salama todo lo que quiere que se lleve a su campamento. “Los medicamentos no pueden faltar. Dalsy para los niños, ibuprofeno para los mayores, betadine, tiritas, gasas, algodón… son cosas que allí resultan difíciles de conseguir. Pero también le envío café, azúcar, miel, que a su madre le encanta, juguetes para sus hermanos y ropa para él”, relata, un poco estresada. ¿Cómo cuadrarlo todo en una maleta que no supere los veinte kilos? “Intento que lleve cosas que allí le hagan la vida más fácil. Y no me puedo olvidar de la pulsera y la ropa interior que le compró para su madre, y del reloj, las gafas de sol y el teléfono móvil para poder hablar más fácilmente con él durante el invierno”.
Ajeno a este ajetreo, a Salama no le pasan las horas. La perspectiva de que en dos días podrá estar en brazos de su madre le impide pensar en otra cosa. Ya hace días que tacha mentalmente en el calendario aquellos números que le separan de la jornada de su partida. Parece mentira, pero ya se han cumplido dos meses desde su llegada a Sanxenxo. Las aventuras con Manuel y las nuevas experiencias de este verano pesan a favor de su deseo de regresar el próximo año, de volver a pasar unas vacaciones en un entorno que nada tiene que ver con su hogar en el Sáhara Occidental. La ilusión de volver a jugar con sus hermanos y amigos, de estar rodeado del amor de su familia le empuja a desear que estas 48 horas pasen cuanto antes. Le da igual que le quede por delante un largo y duro viaje en autobús-avión-autobús Cambados-Santiago-Tindouf-El Aaiún. Su mirada brilla de la misma forma que el día le conocí, hace ya un mes, mientras jugaba al fútbol con Manuel y reconocía, con los ojos cargados de emoción y el pensamiento perdido en algún punto del desierto, que lo que más añoraba era estar con su mamá.

Con Belén y Beni tiene todo lo que necesita. Y más. Salama no les pide nada, con todo el cariño, las atenciones y las comodidades que le ofrecen le basta. “Es un chico tímido, muy educado y nunca pide nada, tienes que preguntarle por todo, es como si no quisiera molestar, sólo pasar desapercibido”. Así le definían Belén y Beni hace un mes. Hoy mantienen esta descripción, aunque están convencidos de que este verano han conseguido que se abra un poquito. El cariño del matrimonio y los momentos de juego, televisión, playa y pesca compartidos con su hijo pequeño, Manuel, han conseguido que este niño introvertido deje ver un poco más de si mismo. Justo ahora que se va.

Estos últimos días no están siendo fáciles para Manuel. Últimamente se pelea mucho con Salama, una coraza que oculta una tristeza que un niño de seis años no es capaz de reconocer como tal y con la que intenta llevar lo mejor posible la idea de que su amigo se irá a miles de kilómetros. Cada año es igual. Este ha sido el tercer verano de Salama en Dorrón y el tercero en que Manuel tiene el mismo comportamiento en la recta final de la estancia. “Luego, cuando se va, ya empieza a preguntar cuando es verano de nuevo, para que vuelva Salama”, explica su madre.

El ambiente teñido de nerviosismo y tristeza es inevitable. Este no es el lugar de Salama y su familia pontevedresa tiene su vida establecida entre Dorrón y Vigo. La partida es inminente y saca a la luz una reflexión moral. ¿Hasta qué punto ha sido bueno para Salama pasar un verano de playa y televisión, en una sociedad consumista y una cultura que cada vez da menos importancia a los valores familiares y sociales que sustentan la vida de los campamentos de refugiados saharauis?


(Fotografía: Pelu Vidal)

2 comentarios:

----Reporteiros Galegos Solidarios ---- dijo...

Solo decir que me he quedado con ganas. Necesito saber más. Gracias.ROBERTO

javito dijo...

hola me llamo javier soy el delegado de la asociacin galega co pobo saharagui,quiero agradecer desde mi persona.y ademas siendo delegado de sanxenxo el bonito reportage que estais haciendo quiero agradecer,que mis ñiños fueran mirados por buestros ojos muchas gracias.claro esta me encantaria saver mas de todo lo que pasateis