lunes, 15 de septiembre de 2008

Destino final: morriña de Galicia

Pensaban que lo peor había pasado, que, en cuanto subiesen por las escaleras de aquel autobús en el que iniciarán el viaje de regreso a su hogar, el dolor terminaría, pero Jadidja, su prima Rabad y su amiga Fátima acaban de llenar de emociones el asiento trasero del autobús . La expresión de sus rostros deja claro que están pasando un momento intenso, un momento de transición que cada una vive de una forma distinta. Jadidja no puede evitar que las lágrimas corran por su rostro desencajado. Tan solo hace unos minutos que Laura le dio su último abrazo y ya empieza a echarla de menos. Al menos, desde que corrió las cortinas consigue empezar a dominar sus sentimientos, pero hay algo que escapa a su control: la tristeza más grande de todas las despedidas que había tenido desde que, hace tres años, pasó su primer verano de ‘Vacaciones en Paz’ en Sanxenxo. Este año tiene un hito que marca la diferencia con los anteriores: no sabe si podrá regresar el próximo. Su familia pontevedresa quiere que regrese y ella se muere de ganas por hacerlo en el mismo día en que les deja, pero ya está a punto de alcanzar la edad máxima para viajar a España y no sabe si volverán a incluirla en el programa.

El autobús cobra vida y Jadidja vuelve a descubrir la ventanilla. Quiere ver a Laura y a Lorena una última vez. A pesar de que ya han recorrido varios metros y ellas ya se han convertido en un punto irreconocible en el horizonte, sigue atravesando el cristal con una mirada ausente. Ya nadie está al otro lado, ya nadie le saluda con la mano, pero Jadidja quiere permitirse este momento de melancolía, este momento en el que empieza a asumir que todo ha quedado atrás y encara un viaje de más de doce horas de camino a un hogar de adobe, una casa endeble en medio de un paisaje de arena sobre arena. Claro que quiere ver a su familia. Por supuesto que ha echado de menos a su madre y a sus hermanos, pero en O Salnés acaba de dejar una pequeña parte de sí misma.

“¿Cómo es que lloras? Nos volvemos a casa”, le recuerda Fátima entre risas, pero Jadidja no está para risas. Al menos, por unos minutos. Inmediatamente recupera la sonrisa jovial y la personalidad charlatana y empieza a compartir experiencias con sus amigas y el camino hasta el aeropuerto de Santiago se pasa volando. La presencia de los reporteros de Agareso les entretiene y da lugar a muchos comentarios. “¿Os venís al Sáhara? Jeje. ¿Vosotros sabéis cómo se vive alli?”, preguntan intrigadas.

En cuanto pone un pie fuera del autobús y forma fila con sus compañeros de viaje para encarar cinco horas de espera en una sala para poder salir de España, la melancolía vuelve a su rostro.
Risas con los compañeros, bromas sobre la nueva imagen que muestra con el sombrero de vaquera que le regalaron en su despedida y el descubrimiento de todas las novedades que cada uno de los 251 niños que le acompañan llevan al Sáhara separan este momento del próximo más emotivo del viaje: el momento en que el avión despega y empieza a sonar música española de su nuevo MP4, para recordar una vez más las noches de baile y diversión en las verbenas que tanto le llamaron la atención. Comparte sus canciones con sus amigas y una de ellas sorprende a los reporteros de Agareso con una melodía que les sorprende, emociona y quedará grabada en su mente para siempre. Se marcaría con acero en la cabeza de cualquier no musulmán. Es una versión cantada del Corán. “Te lo pongo para que te acostumbres, le escucharás mucho en los próximos días, vienes a los campamentos con el Ramadán”.

La tranquilidad se adueña de Jadidja el restod el viaje, hasta que a las cuatro de la madrugada se baja del autobús que le llevó desde el aeropuerto de Tindouf a la wilalla de El Aaiun, en la daira de Angala, y descubre unos rostros ocultos, pero, para ella, reconocibles en cualquier parte. Cubiertas de la cabeza a los pies, con sólo sus grandes ojos a la vista, comunes a toda la familia, su madre y sus hermanas le dan un fuerte abrazo. Después de varios minutos serpenteando entre casas de adobe y jaimas, en un paseo iluminado únicamente por una luna con un brillo imposible de encontrar en España y un cielo cargado de estrellas, una lágrima cobra vida por su rostro. Acaba de descubrir su jaima y, tumbados sobre mantas y alfombras, a sus parientes varones. El reloj marca las cuatro de la mañana y su abuelo espera con ansia la hora que le separa de la última comida que llenará su estómago antes de 15 horas de ayuno y rezo, pero todos sus pensamientos se borran por un momento de su mente. Recibe a Jadidja con un abrazo que casi la deja sin respiración. “Todo ha ido muy bien, abuelo, una vez más han sido como mi familia”, le explica mientras vuelven a su mente un remolino de recuerdos.

Tan sólo en este momento, con un muro de arena y mar separándola de los árboles que rodean su casa pontevedresa, y que no podrá ver en su campamento, Jadidja acaba de comprender el significado de una de las nuevas palabras que aprendió en Sanxenxo este verano: la morriña.

(En la fotografía de Pelu Vidal, despedida de los niños saharuis de sus familias de acogida en Galicia)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Gracias por esta toma de contacto con las vivencias de las niñas! Jo, os luce muchisísimo el trabajo!!
Enhorabuena!
Laura