-Día 11 de septiembre: Llegamos al aeropuerto de Santiago y allí pudimos experimentar el duro trabajo de porteador al descargar las maletas de los 252 niños saharauis que llegaron en cinco autobuses y un minibús, además de una furgoneta con ayuda humanitaria y material informático.
Fue la primera muestra de solidaridad de los miembros de Agareso, ayudando a los miembros de Solidariedade Galega co Pobo Saharaui con la inestimable colaboración de dos turistas andaluces recién aterrizados que colaboraron alarmados por nuestra penosa situación física.
Fue la primera muestra de solidaridad de los miembros de Agareso, ayudando a los miembros de Solidariedade Galega co Pobo Saharaui con la inestimable colaboración de dos turistas andaluces recién aterrizados que colaboraron alarmados por nuestra penosa situación física.
Agotados y tirados en una sala del aeropuerto, presenciamos una escena típica de la Semana Fantástica de El Corte Inglés: boinas parisinas, peinados punky, manicura francesa (Pelu aprendió a hacerse las uñas), gafas de sol ultra modernas, estética rapera, brazos cubiertos de pulseras hasta el codo, móviles de última generación y todo tipo de aparatos electrónicos. Y entre los 252 niños una empleada de la limpieza sudaba la gota gorda para intentar acabar su trabajo a la hora.
Ya dentro del avión, Lara vivió un momento de pánico al tener que enfrentarse a 100 niños en solitario (Natalia gestionaba la parte trasera mientras Suso y Pelu echaban una siesta en primera clase). Fueron cinco horas de viaje en las que los cuatro sorteamos vómitos, pises y gritos, muchos gritos mientras las azafatas se hacían las argelinas. Los niños llevaban pilas Duracell.
-Día 12 de septiembre: A las 2 de la mañana tocamos suelo africano. En el aeropuerto de Tindouf Natalia vivió su primer momento de pánico. Uno de los responsables de seguridad vino a buscarla al aparcamiento para comunicarle que tenía prohibida su entrada en Argelia. Debía pasar la noche en Tindouf y ser repatriada a España. Ahí conoció el “dudoso” sentido del humor argelino.
Ya dentro del avión, Lara vivió un momento de pánico al tener que enfrentarse a 100 niños en solitario (Natalia gestionaba la parte trasera mientras Suso y Pelu echaban una siesta en primera clase). Fueron cinco horas de viaje en las que los cuatro sorteamos vómitos, pises y gritos, muchos gritos mientras las azafatas se hacían las argelinas. Los niños llevaban pilas Duracell.
-Día 12 de septiembre: A las 2 de la mañana tocamos suelo africano. En el aeropuerto de Tindouf Natalia vivió su primer momento de pánico. Uno de los responsables de seguridad vino a buscarla al aparcamiento para comunicarle que tenía prohibida su entrada en Argelia. Debía pasar la noche en Tindouf y ser repatriada a España. Ahí conoció el “dudoso” sentido del humor argelino.
Mientras los niños trepaban por los camiones-autobús para volver a sus casas y nosotros esperábamos por el equipaje, Suso, con ansiedad de nicotina, revivió cuando un saharaui le confesaba: “Aquí puedes fumar hasta en el hospital”.
Poco después, Natalia y Lara… vini, vidi, vinci. Dos mozuelos del lugar, uno “de Rodeiro”, intentaban echarles el lazo. Mientras, unos metros más allá, Pelu también tenía su panic moment. 200 niños le asediaban gritando: “¡Foto, foto!”
Dos horas después pudimos subirnos a un autobús que gritaba ¡Sáhara Libre! sin sospechar que sería una auténtica romería. Allí estaba nuestro amigo de Rodeiro echando un pitillito mientras atravesábamos el desierto a ritmo de reggaeton saharaui. Uno de los soldados de un check-point detectó la presencia de Suso, rodeado de niños, al fondo del vehículo y rompió la magia del momento pidiéndole el pasaporte, sólo a él.
Entramos en el campamento y una ambulancia con todas las sirenas en marcha anunciaba nuestra llegada, por si la megafonía del autobús hubiese dejado a alguien dormido.
Al pisar por primera vez la arena del desierto vivimos nuestro momento mágico. El Sáhara nos abrió sus brazos bajo un cielo más limpio y estrellado que nunca. La gran aventura empezó cuando nuestras familias de acogida nos anticipaban en el primer encuentro su extraordinaria calidez. En medio de la oscuridad y a miles de kilómetros de casa, entramos a formar parte de la cadena solidaria que arrancaba en Sanxenxo unos meses atrás de la mano de Belén y Laura, y que ahora sellaban Faloka y Horia abriéndonos las puertas de sus hogares.
Nuestra compañera Laura López, coordinadora de este proyecto, es el candado que ayudó a cerrar el círculo.
(Fotografía: Pelu Vidal)
Al pisar por primera vez la arena del desierto vivimos nuestro momento mágico. El Sáhara nos abrió sus brazos bajo un cielo más limpio y estrellado que nunca. La gran aventura empezó cuando nuestras familias de acogida nos anticipaban en el primer encuentro su extraordinaria calidez. En medio de la oscuridad y a miles de kilómetros de casa, entramos a formar parte de la cadena solidaria que arrancaba en Sanxenxo unos meses atrás de la mano de Belén y Laura, y que ahora sellaban Faloka y Horia abriéndonos las puertas de sus hogares.
Nuestra compañera Laura López, coordinadora de este proyecto, es el candado que ayudó a cerrar el círculo.
(Fotografía: Pelu Vidal)
1 comentario:
Me ha gustado, me recordasteis la 1ª vez que yo fui al sahara.
Plasmais prefectamente los sentimientos de los que llegan y allí esperan.
Habeis conseguido que en mi rostro se deslizase una lagrima y contenido muchas otras.
Enhora buena chicos
Alejandra
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