martes, 23 de septiembre de 2008

Cuando la cultura es el camino de la resistencia

Allí donde no nace el agua y las flores sólo aparecen en los libros, hay quien se esfuerza por cultivar cultura. Y en ese afán son las mujeres de mediana edad las que llevan la voz cantante, no sólo porque han sido ellas las que han levantado buena parte de las bibliotecas que pueblan cada uno de los campamentos, sino porque son también las que acuden, de forma mayoritaria, a sumergirse en las páginas de estas salas que de mañana se ceden a las escuelas y, por las tardes, permanecen abiertas al público.

Nuestro amigo Salama ha crecido rodeado por ese amor por la cultura. Empezando por su madre, Faloka, licenciada en Ciencias de la Información y responsable de la Casa de la Mujer de El Aaiún. Un centro que no sólo acoge una sala de lectura sino que también edita un magazine con espacio para la cultura tradicional, en especial, para la poesía. Un campo en el que está especialmente interesada una de las primas de Salama, Hori, arqueóloga y actual titular del departamento de Cultura del campamento. Desde aquí, Libertad (significado de Hori) centra sus esfuerzos en recuperar la cultura tradicional que sigue viva, sobre todo, en la memoria colectiva, si bien existen ya unos centros encargados de guardar en papel toda esa tradición oral que “Marruecos se empeña en hacer desaparecer”. Al menos así lo entiende la única poetisa publicada del pueblo saharaui, Nanna Labat Rachi, que ha sacado a la venta ya 3 libros, traducidos al francés, cuya temática gira en torno a la patria ocupada.

Confiesa que uno de sus sueños es montar una editorial en los campamentos porque, hasta ahora, todas las revistas que editan los refugiados deben imprimirse en Argel. Ese proyecto le permitiría además seguir publicando en casa sus propios obras. Nanna afirma que “la cultura es el camino de la resistencia”, por eso ha empeñado su vida en alfabetizar y fomentar la lectura. Dirige toda la red de centros de mujeres en los territorios liberados donde además de impartir clases de inglés o de francés, también se preocupan por la problemática femenina. El aumento de los divorcios (a menudo las esposas se quejan del sometimiento al varón) y el consecuente incremento de mujeres solas con hijos preocupan en esta asociación. Y es que las divorciadas prefieren, cada vez con mayor frecuencia, prescindir de una nueva pareja que pudiera, en un futuro, maltratar a esos hijos que no son suyos antes que buscar la protección y la ayuda de un hombre, afrontando solas las necesidades de su familia.

En esa búsqueda de autonomía, la explotación de los recursos propios pasa por la venta de artesanía (alfombras de lana, carteras y bolsos de piel de cabra o camello, teteras decoradas, pulseras de cuerno de cabra…) a los visitantes y también a través de internet. En el Sáhara, la conexión a la red significa abrir una ventana al mundo y arrinconar, por un momento, el olvido del que tanto hablan los saharauis. Ese abandono que les ha obligado a resistir durante 33 años en pleno desierto sin dejarse llevar por la resignación.


Hori, la arqueóloga, es un buen ejemplo de ello y hace, además, honor a su nombre por su personalidad arrebatadora y su carácter abierto, divertido y alejado de cualquier encorsetamiento. Dirige un grupo de música y danza saharaui integrado por 5 mujeres. Ella misma no tiene reparo alguno en mostrar sus conocimientos del baile tradicional, cargado de misterio y sensualidad. Aunque su marido está en España, no asoma en ella gesto alguno de victimismo o lástima. Muy al contrario, trabaja para construir.

Su hermana Mariam, de 22 años, se marchará en octubre a Argel para afrontar el último curso de Periodismo. Por ahora no piensa en matrimonio pero se muerde el labio cuando alguien menciona España. Explica que no pueden viajar con libertad, que el visado “cuesta mucho dinero” y que vivir lejos de la familia es algo que pocos se plantean. Cuando sea licenciada, volverá a vivir todo el año en El Aaiún, junto a su madre y sus hermanas, y su vocación comunicadora deberá encontrar otra salida. Sabe que será más que complicado aplicar mañana los conocimientos de estos años de estudiante. Como ella, son cientos los licenciados que, una vez terminada la carrera, vuelven a casa para seguir esperando en medio de la nada.


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